Isla Cristina acogedora

      Mañana otoñal y algo fresca, la excusa: Una jornada sobre turismo en  Isla Cristina. Aunque el viaje era breve, no más de cuarenta minutos desde mi destino, decidí salir con más tiempo, siempre me gusta ser puntual. Aunque la cita era a las nueve y media de la mañana, pude recorrer la zona del puerto hasta la punta del caimán  y contemplar la belleza de esas aguas  salpicadas con los barquitos pesqueros y al fondo ese faro tan característico.



      Desde ahí seguí la línea de la costa, una playa abierta y amplia, de arena fina y con un color tostado por el sol que empezaba a espabilar.


      Llegué al hotel sin problemas y asistí a unas jornadas interesantes y fructíferas, el día prometía y yo quería aprovechar, estaba deseando comenzar mi recorrido por sus calles. Alrededor de las dos y media me dirigí al centro, estaba citada con una chica de la ciudad, ella me daría más pistas y consejos, su compañero, otro conocedor del lugar, también se unió amablemente a nuestra reunión, después de una larga charla y de hacer muchas anotaciones, el estómago me avisó que era el momento de tomar algo. Ahí me despedí después de dejarme asesorar de dónde ir a tapear, me lo indicaron sin problemas: "Desde aquí gira a la izquierda y llegas a la plaza de las Flores, vete al restaurante La Sal", así hice, unas fotos a las fachadas de azulejos tan características antes de sentarme en los veladores justo en frente. 


      A los poco minutos me llevé una grata sorpresa, cambiaron sus planes y se unieron al tapeo, no iba a estar sola. Unas huevas, un poquito de atún y pulpo, sabores de la mar, exquisitos.


      Seguimos comentando curiosidades de Isla y sólo faltó que les dijera el recorrido que tenía pensado, para ir a ver y hacer fotos, y rápidamente se ofrecieron a llevarme, pero si yo venía sola y perdida, con la idea de buscar y rebuscar y de pronto me veo acompañada por una pareja encantadora, dedicados a guiarme. Dispuestos a hacer el recorrido que yo tenía trazado, les comenté que me gustaría pasar por La Dolores, para localizarlo y hacerle unas fotos y llegar hasta el Faro.


      De inmediato me llevaron y me acompañaron, además ellos son amigos y clientes con lo que la entrada ya fue distendida y muy cercana... me quedé con las ganas, lo tengo pendiente, tengo que volver aunque sólo sea para comer en La Dolores. De allí al Faro, tocaba un café. Sólo acercarte al Faro, ya es interesante, y cuando entras en el local Faro del Cantil  es cuando realmente aprecias la belleza del lugar, no sabría decir a qué hora me gustaría más estar ahí.


      Unos cafés y rápidamente entablé conversación con el camarero de nombre Antonio, sin parar de atender a otros clientes, seguía el hilo de nuestra conversación, me contaba cómo iba el negocio, algunas anécdotas, siempre en torno al mismo tema, lo espectacular del sitio. No había pasado unos minutos, cuando viendo mi interés por "Isla", y las ganas de saber más, me sorprende con la pregunta: "¿te gustaría subir al Faro para hacer fotos?" sobra explicar mi contestación, sólo imaginarlo ya estaba emocionada, mis amigos de ruta también se quedaron sorprendidos: "toda la vida aquí y nunca hemos subido", hay que aprovechar las ocasiones, y ésta fue inolvidable, no sé cuántas vueltas dimos, uno no se cansa de observar esas vistas, tan diferentes, tan bellas, tan auténticas, tan salvajes, un placer y un gustazo, por supuesto muy agradecida, fue un detalle y un momento emocionante.


      Aquí terminaba el recorrido con mis cicerones, qué a gusto estuve y qué bien me lo hicieron pasar, qué buena gente y qué serviciales. Me sentía como oriunda del lugar, me llevaron al centro de nuevo y allí nos despedimos y quedamos para otro día. Ahora me quedaba pasear por su paseo de la Palmera y por su plaza de San Francisco, tenía otra cita, esta vez en la Oficina de Turismo, donde tuve la ocasión de visitar la Exposición permanente del Carnaval, tan arraigado en esta ciudad. Anabel me indicó más lugares de interés y me facilitó más información de la ciudad y me animó a acercarme a la Lonja, que fue el broche a mi escapada a Isla. 


     A pocos metros el puerto, de lejos ya se presentía el trasiego, hombres cargando, descargando, sin ningún tipo de reparo pregunto si puedo asomarme, y me contestan con mucho arte que a ver si tengo valor, por supuesto invitándome a entrar sin problemas, ellos me "escoltarían", y así fue. 


      Accedimos a una nave muy amplia, donde una cinta transportadora llevaba las cajas del pescado desde la zona de desembarco a la zona de almacenamiento, y en el medio, la subasta, desde unos graderíos los comerciantes del pescado pujan, al mejor precio, a las mejores gambas... no salía de mi asombro, jamás había visto algo similar, me pareció un espectáculo, me quedé asombrada, tanta mercancía fresca, esa rapidez, esa sabiduría... no me lo pude pasar mejor charlando con ellos, no hacía más que hacerles preguntas y ellos emocionados y encantados, de dónde sacan tanto arte y ese sentido del humor... llevaba desde la mañana sin parar y para mí como si hubiera sido un instante, eso sí intenso e inolvidable. 
   
 
      Regresé a mi casa tarde, la jornada había sido larga, esta Isla Cristina tiene algo especial, esa luz, esas playas, ese arte marinero y esa gente, qué gente, a la que le estoy gratamente agradecida. 

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