Visita inesperada al Monasterio de Santa Clara

   
Siempre se ha dicho que los mejores planes salen cuando no se planean.
Llegamos hasta Moguer llamados por la llegada del burrito "Platero"
a la plaza del Cabildo. Fiesta de bienvenida al estilo popular; discursos, sones de banda, niños correteando y puestos típicos.

La casualidad quiso que nos encontráramos con unos amigos, con los que nos unimos el resto de la tarde, ellos querían conocer más, la curiosidad nos llevó hasta la Plaza de las Monjas. Niños jugando y ambiente bullicioso que rebotaba contra los muros de un Convento, que si no fuera por su espadaña podría parecer más una fortaleza. 

Ya que estábamos, ¿por qué no entrar?, grata sorpresa comprobar que en ese momento había visita guiada. Teníamos el grupo formado y todos estábamos dispuestos a recorrer el Monasterio de Santa Clara. Francisco, nuestro guía, ya nos tenía entusiasmados, y no habíamos ni comenzado. Cómo conseguir que hasta los más pequeños siguieran las explicaciones; agilidad, frescura y pinceladas de humor que nos mantenían a todos reflexivos y atentos, cómo conseguir transportarnos a la época y llegar a comprender la vida en el interior de un Monasterio, austero, bello y fiel representante del "Voto Colombino".
     

Edificio majestuoso, arquitectura sobria y dimensiones desmesuradas. Claustros que podrían ser patios y monasterio que podría ser fortaleza. El paso de una estancia a otra, sumadas a las explicaciones, comentarios y anécdotas de Francisco, hacía que la visita cobrara agilidad y fuera sumando interés, cada vez más bonito, cada vez más sorprendente, cada vez más interesante... ¿Qué sería lo siguiente?


Impresionante el Claustro de las Madres, que por un momento te transporta a cualquier rincón de Latinoamérica, esas palmeras traídas por Colón, esa espadaña iluminada con los últimos reflejos del sol y ese crotoreo de las cigüeñas de fondo, hicieron de ese momento un instante mágico.

De ahí a la cocina, donde podríamos decir que todo se resume en un detalle, la gigante chimenea, donde todos pudimos entrar para comprobar su fabuloso tiro.  Imaginamos las cocineras Franciscanas hace seis siglos trabajando en los fogones; interesante el sistema de claraboyas para aprovechar la luz solar; ya era tarde para hacer comprobaciones.


Pasamos al comedor o refectorio, original en sus bóvedas, amplio y austero. Unas fotos, preguntas, comentarios y  la siguiente estancia el pre-Coro con sus tesoros: libros de coro de finales del siglo XV, de ahí el acceso a un impresionante Coro, con una sillería construida por artesanos nazaríes, toda una joya con exquisitos detalles y bella policromía.

   

En el fondo unas puertas de influencia flamenca nos separaban de la Iglesia, y en un rincón un pequeño detalle que acaparó nuestra atención: un pequeño comulgatorio usado por las monjas de clausura y que comunicaba con la Iglesia por una pequeña ventanita. Momento para parar el tiempo, un detalle original y un toque de música antigua que nos transportó a otro momento.
Nos esperaba el otro lado: La Iglesia; "nada que ver con la de un Convento", nos aclara Francisco, por sus grandes dimensiones, tres Naves conforman un espacio especial con techumbre de bóvedas góticas de crucería, y un Retablo del siglo XVII  de estilo manierista entre el Barroco y el Renacimiento, dedicado íntegramente al libro del Apocalipsis.

Curioso cómo aquí se rompe el silencio y se escucha el griterío de los niños en la plaza, para no olvidar dónde nos encontrábamos, en el corazón de Moguer.

     
Nuestro guía paseaba o casi bailaba en la interpretación y explicación de la visita, nos envolvía en la magia y el misterio que transmiten estos muros con tanta historia. Datos interesantes, adivinanzas con los niños y jugar hasta el límite de la sorpresa y la risa. Momento culminante el de la comprobación de la acústica en el Despacho de la Madre Abadesa, cómo en el centro el sonido se amplifica y cómo pegados a la pared de la esquina y susurrando puedes comunicarte con tu compañero opuesto, todos hicimos la prueba y todos queríamos repetir de nuevo, simplemente fabuloso y mágico.

Llegaba el final de nuestra visita, salas dedicadas a Exposiciones, una permanente y otra itinerante, la zona de enfermería y un interesante patio asomado a lo que en su día fue el huerto. El silencio se rompió cuando atravesamos las rejas que nos daban la bienvenida a esa plaza llena de vida, y cómo no, de historias, como las que hoy habíamos aprendido en esta visita guiada, ambientada e interpretada, que nos hizo comprender, conocer y viajar a otros tiempos. Ahora os invitamos a vosotros a atravesar estos muros llenos de sorpresas.


Puedes visitar el Monasterio de Santa Clara de martes a sábados en pases de mañana y tarde y los domingos por la mañana (entrada gratuita). Los lunes y festivo está cerrado. El precio de la entrada individual son 3 euros, consulta las tarifas para familias, jubilados, estudiantes y grupos. Toda  la información en www.monasteriodesantaclara.com

Saborear Faro desde Vila Adentro.


     
       Nos gusta hacer planes y cambiar de rutas, esta vez nuestro destino: la Ciudad de Faro.

 
El tiempo nublado amenazaba lluvia, aún así nos lanzamos a la aventura. Fácil aparcamiento en la zona del puerto y una primera toma de contacto por las calles peatonales y comerciales. Tiendas elegantes en edificios de antaño, que otorgan un aire diferente a lo que para muchos sería un simple comercio; ruinas, columnas y bonitos arcos que no dejaban de sorprendernos. 




Bonitos escaparates, terrazas ambientadas y olores a dulces algarvios daban un toque diferente a un lugar con mucho encanto. Esquinas, azulejos, casas viejas y rincones que no pasan desapercibidos. 



      Terminada la ruta más comercial llegaba el momento de adentrarnos en su casco antiguo, para lo cual habría que atravesar una de las puertas más importantes de la ciudad de Faro, hablamos del "Arco da Vila" . Turistas haciendo fotos, detalles para el recuerdo y un azulejo que nos explica, que dicha puerta fue mandada construir por el Obispo D. Francisco Gomes de Avelar en el siglo XIX.


      Puerta con historia, el único acceso a la ciudad de los que llegaban desde la mar en la época antigua, en el interior la puerta árabe nos corrobora que estamos ante una de las puertas de la antigua muralla musulmana. Los niños cruzan sin prestar atención, mientras los mayores la observamos y comentamos desde todos sus ángulos.


       A partir de este momento el tiempo se para, calles estrechas y empedradas, casas blancas y desconchadas, antiguos portajes, bellas balconadas y la confirmación de que estamos en el casco antiguo, en la Vila Adentro o en la Ciudad Velha. 



      Calle arriba y desembocamos en una amplia y abierta plaza rodeada de edificios señoriales, y salpicada de bonitos naranjos, destacando su "Sé" o Catedral , así se llaman en portugués; o también conocida como la Iglesia de Santa María , con su bonita torre y su campanario, desde donde nos comentan se ven unas vistas impresionantes de la ciudad.


      Hoy no era el día para la visita, lo que nos obligará regresar, una excusa ideal.


Mediodía y había que comer algo, íbamos en su busca, hablamos de la "Tertulia Algarvia"


      Una casa con historia, un proyecto innovador, un concepto diferente, donde se combina el arte, la artesanía, los talleres gastronómicos, las veladas culturales y los platos de la cocina regional y mediterránea.

      Diferentes espacios alternativos y en lo más alto una coqueta terraza con vistas a las azoteas del casco antiguo con la Ría de Formosa en el horizonte, bellísimo.



  
      La mesa estaba preparada y el ambiente acompañaba para degustar unos ricos platos de un menú de 8,5 euros donde había para escoger; pescado, carne, postres variados y un rico café. 


      Interesante su variedad y saber que cada día la oferta gastronómica es diferente.
 

Un placer saborear y compartir una buena mesa en compañía de seres queridos, un rico vino y una sobremesa con un brindis especial, que nos recordará siempre la belleza de este Faro histórico y mágico lleno de sabor.
Hasta pronto, volvemos...







Excursión en bici por las Marismas del Odiel

      Enero y después de las Navidades apetecía hacer ejercicio al aire libre. Muchas veces lo habíamos comentado, pero nunca era el momento, tan cerca y tan desconocidas, hablamos de las Marismas del Odiel.


      Lo que iba a ser un paseo corto se convirtió en una excursión con mochilas y bocatas incluidos. La temperatura invitaba a aprovechar al máximo las horas de sol. Mayores y pequeños, formamos un grupo variopinto al que se unió también una valiente senderista.     

      Partimos desde Corrales por el carril bici; risas, adelantamientos y algún que otro aviso de peligro a los más peques, hasta llegar a la carretera que conduce hacia el Centro de Visitante Anastasio Senra. Desde ese punto tuvimos que aumentar la precaución, ya que no era carril bici, lo mejor uno tras otro y controlando el tráfico, de vez en cuando un coche se ve a lo lejos, tiempo de sobra para avisar al grupo. 


   

      En unos minutos la sensación es otra, de pronto nos envuelve la tranquilidad y los sonidos de la naturaleza. Hay que pararse, entran ganas de hacer fotos, la belleza es inexplicable; aguas tranquilas, aves salvajes, esbeltos flamencos, y la ciudad de Huelva al fondo. Impresionante la montaña de sal, con la que los niños bromean: "de sobra para aliñar algunas ensaladas"...

        La primera parada y punto de encuentro era el Centro de Visitante, ahí esperaríamos a la senderista y a un padre rezagado. Los niños aprovecharon para picotear y beber algo, mientras ojeábamos el entorno y subíamos al mirador a contemplar desde otra perspectiva el paisaje.


      Una vez todos juntos continuamos el paseo; la primera ruta la del sendero de las Salinas tradicionales de Bacuta hasta asomarnos al antiguo y abandonado embarcadero, con la imagen de Huelva al fondo. Zona de humedales y con fango, divertido para los pequeños que llegaron a imaginarse en zona de "arenas movedizas", zona de observación de aves y de salinas. De nuevo la belleza del Paraje Natural nos cautivaba y nos invitaba a parar y simplemente contemplar y escuchar. Los niños inquietos jugueteaban en la orilla, era momento de cambiar de lugar.


      Continuamos hacia el observatorio y de nuevo a la carretera, desde ahí un momento de dudas, hasta que cruzamos al otro lado y comprobamos que podíamos acceder a la siguiente ruta; la del sendero Calatilla de Bacuta, a lo lejos el reciente mirador, ese era nuestro objetivo, justo el final del recorrido

     
       Desde ese punto la posibilidad de observar las "Llanuras mareales y la Reserva Natural Isla de Enmedio". Todos nos asomamos a ese balcón que dio para muchos comentarios, muchas bromas y una bonita foto de grupo. 


      Era nuestra "prueba superada". Nos hubiera gustado comer allí, pero la brisa marinera era fresca, mejor en un lugar más indicado, que algunos de nuestros compañeros de expedición ya habían localizado, en las instalaciones del Centro de Visitantes.
Los niños iban rápido, sabían que había columpios, el sol apretaba y aún así el color del mediodía 
iba cambiando, los árboles sin hojas y los tonos otoñales del campo nos recordaban que habría que ser rápidos. Antes de llegar a las pasarelas de madera que te llevan hasta los merenderos, unas fotos a unas bonitas setas salvajes que a los niños les llamaron mucho la atención.


      Qué rico unas patatas fritas, unos refrescos y unos bocatas, sentados en una bonita y amplia mesa de madera que parecía habíamos reservado. El suelo una alfombra de hojas secas y el sol tamizado entre las ramas desnudas de los árboles, hizo de ese momento "picnic", algo diferente y único.


      Era momento de regresar, el sol iba perdiendo protagonismo y los niños ya estaban cansados. Sin duda había sido un día de deporte, de convivencia y de visita a un lugar desconocido por muchos y declarado por la Unesco Reserva de la Biosfera ... sin duda una maravilla, y tan cerca de casa; todo un privilegio.




Sabor y tradición en el Mercadillo Medieval de Paderne

      Día festivo ideal para estar con la familia y los amigos y hacer un plan diferente y original, aunque el día estaba nublado, nos atrevimos a pasar la primera jornada del año en el Mercadillo Medieval de Paderne.


      Un paseo por los alrededores, las huertas y unas fotos en unos bonitos lavaderos antiguos antes de llegar a la localidad. 


      No había pérdida, una subida por una de sus calles empedradas y allí se encontraba la entrada al Mercadillo.
Unos señores inmersos en su tarea de amasar pan nos daban la bienvenida, mientras otros se encargaban de rellenarlos de chorizo y de alimentar el fuego de los hornos artesanos.


      Los niños iban y venían, entre puestos de artesanía y productos caseros de todo tipo. Un acierto llegar temprano y tener la oportunidad de pasear y ojear todo y cada uno de los detalles, mucho mejor para después escoger las mejores opciones.


      Subir por una de sus calles entre el olor de las brasas y llegar hasta una bonita iglesia rodeada de puestos ambientados de la época con caballeros y señoras con elegantes atuendos.


      En una de las casas un bonito Belén abierto al público, en el mismo lugar un vendedor de pan casero con su bonito gallo, unos quesos y unos vinos. Entrañable y agradable entablar conversación con ellos y conocer más de sus oficios, sus artes, ellos siempre te lo agradecen.


      El ambiente empezaba a animarse y tantas barbacoas encendidas invitaban a tomar algo. Sin duda empezaríamos con una rica sopa, había donde escoger, la señora desde la ventana ya nos había saludado antes y nosotros ya habíamos pensado que ese sería el primer lugar, acompañada de una rica sangría de espumante.


     Calentados los estómagos nos dirigimos hasta una de las plazas donde anteriormente ya habíamos visto el puesto de crepes, y el de carne a la brasa, ideal para mayores y niños. Todo estaba perfectamente organizado, comentamos entre bromas la falta de horizontalidad en las mesas, que ponían el punto divertido e informal al momento de la comida.


      Era un día especial y cada uno pedía lo que le apetecía; crepes de jamón, de chocolate, unos choricitos, carne... qué mezcla y qué rico.


     Entre tanto unas charlas, unos brindis, unas risas y unas escapadas para seguir ojeando y comprar; un poquito de miel, unos dulces, un rico pan, unos anillos elaborados de corcho, unos quesitos y unas salsas de piri piri con miel. Los más pequeños llevaban sus arcos, un día es un día.


      La mañana nublada nos permitió disfrutar de un Mercadillo especial en un día especial, una forma diferente de comenzar el año, una experiencia que no olvidaremos, llegaba el momento de regresar a casa, no sin antes degustar un café y un pastel del lugar para volver a desear un Feliz 2014 a todos.