Excursión en bici por las Marismas del Odiel

      Enero y después de las Navidades apetecía hacer ejercicio al aire libre. Muchas veces lo habíamos comentado, pero nunca era el momento, tan cerca y tan desconocidas, hablamos de las Marismas del Odiel.


      Lo que iba a ser un paseo corto se convirtió en una excursión con mochilas y bocatas incluidos. La temperatura invitaba a aprovechar al máximo las horas de sol. Mayores y pequeños, formamos un grupo variopinto al que se unió también una valiente senderista.     

      Partimos desde Corrales por el carril bici; risas, adelantamientos y algún que otro aviso de peligro a los más peques, hasta llegar a la carretera que conduce hacia el Centro de Visitante Anastasio Senra. Desde ese punto tuvimos que aumentar la precaución, ya que no era carril bici, lo mejor uno tras otro y controlando el tráfico, de vez en cuando un coche se ve a lo lejos, tiempo de sobra para avisar al grupo. 


   

      En unos minutos la sensación es otra, de pronto nos envuelve la tranquilidad y los sonidos de la naturaleza. Hay que pararse, entran ganas de hacer fotos, la belleza es inexplicable; aguas tranquilas, aves salvajes, esbeltos flamencos, y la ciudad de Huelva al fondo. Impresionante la montaña de sal, con la que los niños bromean: "de sobra para aliñar algunas ensaladas"...

        La primera parada y punto de encuentro era el Centro de Visitante, ahí esperaríamos a la senderista y a un padre rezagado. Los niños aprovecharon para picotear y beber algo, mientras ojeábamos el entorno y subíamos al mirador a contemplar desde otra perspectiva el paisaje.


      Una vez todos juntos continuamos el paseo; la primera ruta la del sendero de las Salinas tradicionales de Bacuta hasta asomarnos al antiguo y abandonado embarcadero, con la imagen de Huelva al fondo. Zona de humedales y con fango, divertido para los pequeños que llegaron a imaginarse en zona de "arenas movedizas", zona de observación de aves y de salinas. De nuevo la belleza del Paraje Natural nos cautivaba y nos invitaba a parar y simplemente contemplar y escuchar. Los niños inquietos jugueteaban en la orilla, era momento de cambiar de lugar.


      Continuamos hacia el observatorio y de nuevo a la carretera, desde ahí un momento de dudas, hasta que cruzamos al otro lado y comprobamos que podíamos acceder a la siguiente ruta; la del sendero Calatilla de Bacuta, a lo lejos el reciente mirador, ese era nuestro objetivo, justo el final del recorrido

     
       Desde ese punto la posibilidad de observar las "Llanuras mareales y la Reserva Natural Isla de Enmedio". Todos nos asomamos a ese balcón que dio para muchos comentarios, muchas bromas y una bonita foto de grupo. 


      Era nuestra "prueba superada". Nos hubiera gustado comer allí, pero la brisa marinera era fresca, mejor en un lugar más indicado, que algunos de nuestros compañeros de expedición ya habían localizado, en las instalaciones del Centro de Visitantes.
Los niños iban rápido, sabían que había columpios, el sol apretaba y aún así el color del mediodía 
iba cambiando, los árboles sin hojas y los tonos otoñales del campo nos recordaban que habría que ser rápidos. Antes de llegar a las pasarelas de madera que te llevan hasta los merenderos, unas fotos a unas bonitas setas salvajes que a los niños les llamaron mucho la atención.


      Qué rico unas patatas fritas, unos refrescos y unos bocatas, sentados en una bonita y amplia mesa de madera que parecía habíamos reservado. El suelo una alfombra de hojas secas y el sol tamizado entre las ramas desnudas de los árboles, hizo de ese momento "picnic", algo diferente y único.


      Era momento de regresar, el sol iba perdiendo protagonismo y los niños ya estaban cansados. Sin duda había sido un día de deporte, de convivencia y de visita a un lugar desconocido por muchos y declarado por la Unesco Reserva de la Biosfera ... sin duda una maravilla, y tan cerca de casa; todo un privilegio.




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