Después de almorzar en compañía de los amigos y apurar las
horas de sol, nos animamos a visitar a Papá Noel en Waingunga (Lepe), queríamos darles
una sorpresa a los más pequeños.
De camino por la carretera de la costa veíamos
cómo el sol se despedía tras el horizonte sobre un mar sereno, espectacular y sorpredente
para una tarde de diciembre.
Conocíamos el camino, no era la primera vez que visitábamos
estas magníficas instalaciones, en otra ocasión el deporte de aventura y una
convivencia especial fueron la excusa.
Unos minutos más por carriles en una noche cerrada nos
llevaron hasta la entrada del recinto, que para nuestra sorpresa estaba repleto
de coches, la animación se veía antes de acceder, multitud de familias llegando
y saliendo.
Los niños no pararon de hablar en todo el viaje, iban
expectantes y nerviosos. ¿A dónde íbamos?, ¿qué íbamos a ver?... aparcamos y
cada uno con su bolsa de regalo. Solidaria iniciativa, la de invitar a todos a
venir a ver a Papá Noel a cambio de traer un juguete nuevo o usado para la
"Ciudad de los niños" .
Inexplicable esas caritas cuando al entrar al recibidor
vieron esa cantidad de juguetes colocados informalmente alrededor del Portal de
Belén, cada uno colocó su aportación comentando cada uno de los
detalles.
El ambiente y bullicio nos invitó a acceder al patio central, donde talleres
de pintura de caras, un castillo hinchable, familias merendando y niños
correteando contagiaban alegría y ganas de participar y unirse a la fiesta.
No hubo que decir nada, corrieron a saltar mientras nosotros
tuvimos la oportunidad de pasear por los alrededores y comprobar la animación, la
decoración, los detalles, los salones acogedores preparados para una celebración especial que
daban ganas de apuntarse.
En la oscuridad del recinto veíamos familias llegar por un
caminito salpicado de cajas de regalos, desde lo lejos unas luces y una música
nos indicaban dónde se encontraba Papá Noel.
Había llegado el momento de ir a verlo, los nuestros no
traían carta, pero sólo el hecho de ir a saludarlo ya les inquietaba, una
cabaña coqueta y muy bien ambientada nos daba la bienvenida. Una breve cola,
con niños de todas las edades y llegó el momento de acceder hasta sus
aposentos; su cama, su armario con su ropa, su chimenea y miles de detalles que
hacían de la cabaña un lugar íntimo y de otro lugar. Nuestro Papá Noel los invitó
a sentarse encima mientras charlaba con ellos. ¡Cómo nos pudimos reir!, qué
modositos y tranquilos se quedaron, no salían de su asombro, salieron
emocionados. Esa instantánea será inolvidable.
El paseo de vuelta igual de divertido, saltando, jugando y
con sus comentarios ocurrentes. El ambiente navideño, la fiesta, la convivencia
aportaban un carácter especial a este lugar tan bonito y particular. Ya
pensábamos en el regreso y en la próxima actividad; una partida de paintball,
la tirolina... Experiencia original y emotiva que no
olvidaremos, la visita a Papá Noel en Waingunga. ¡Nuestras
felicitaciones!
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