Día de fiesta, el tiempo revuelto y pensando en algún plan
divertido para los niños. Pasado el mediodía, quizás un poco tarde pero aún así
decidimos acercarnos hasta Waingunga. Los niños bromeaban pensando que íbamos
perdidos, por el campo y por caminos que nos llevaron hasta las instalaciones
de Waingunga en el término municipal de Lepe. Las nubes anunciaban lluvia, pero
nosotros íbamos con ganas de aprovechar el día en familia, nuestra sorpresa fue
saber que aún estábamos a tiempo de jugar una partida de paintball.
Todos
corriendo hasta el lugar de la batalla, donde rápidamente dos monitores nos
explicaron las normas y uso de las armas. Los niños no salían de su asombro y
menos aún al ver que íbamos a luchar chicas contra chicos, es decir, madres
contra hijos. Ellos controlaban las maniobras, y disfrutaban al verse con las
máscaras y petos, nosotras novatas en la materia pero con ganas de entrar en el
terreno de juego. El viento ponía un punto divertido a la escena, que en unos
segundos se convirtió en verdadera lucha, donde la madres ganaban a los niños,
en puntería y estrategia, y donde los niños se enfadaban al ver que no podían
hacer nada.
Los monitores siempre pendientes y arbitrando los ataques, ellos
también se divirtieron con la inocencia de unos niños que pensaban iban a ser
invictos y unas madres que supieron estar al nivel del mejor video juego de
guerra. Una nube negra hizo que el último ataque fuera frenético y que todos
huyéramos corriendo a resguardarnos en recepción donde comentamos las jugadas y
nos preparamos para entrar en el Mesón,
donde la mesa estaba preparada. Un salón
amplio, acogedor y con buen ambiente. Los niños hambrientos y cansados
eligieron unos suculentos platos de pasta, aún así hubo quien se comió alguna
que otra tapa de los mayores y un plato de ricas costillas.
La lluvia sonaba en el exterior, pero
nosotros no teníamos prisa, la sobremesa prometía y los niños tenían planes. Un
momento de escampada y los pequeños a la ludoteca y los mayores a jugar al
fútbol.
Nosotras un café relajado y un postre dulce para compartir. El plan
había sido salir a divertirnos con los niños, y hasta ese momento todo había
salido mejor de lo que podíamos imaginar. Un paseo por los alrededores y ojear
a unos niños encantados que estaban disfrutando a lo grande.
Otra nube nos hizo
correr a resguardarnos, era el momento de regresar a casa. La lluvia ponía un
toque romántico y también divertido, era una perfecta tarde otoñal. Los
reflejos del sol nos despidieron de Waingunga.
La escapada había sido un
acierto, los niños habían disfrutado y las "mamis" aún más, sin duda tuvimos
puntería. Mucho que comentar en el camino de regreso y una cosa clara:
Volveremos pronto, tenemos una partida pendiente...
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